lunes, 21 de diciembre de 2009

20 años después

Estimada y recordada señora:

Tal vez usted no me recuerde (o tal vez sí), pero en estos días previos a la Navidad yo siempre la recuerdo y también recuerdo todo lo que ocurrió sin que yo me lo propusiera, de la que usted fue la parte más afectada.

Recuerdo que era un 24 de Diciembre, día en el que nuestros caminos se cruzaron y de la manera menos afortunada.

Para entonces, yo trabajaba en una contratista que prestaba servicios de banca electrónica a casi todos los bancos del país, eran épocas de Ramón, Telebanco y Unibanca. También, para entonces no existía la telefonía celular, el Internet era desconocido, tener teléfono en casa era casi como sacarse la lotería, el crédito no era la moneda corriente de hoy en día, los productos de primera necesidad exigían realizar largas colas, el terrorismo se dejaba sentir con más fuerza en las fiestas de fin de año y Alan García era un primerizo gobernante, dicho esto último creo innecesario seguir dando detalles de lo difícil de la situación.

Como todos los años, aquél día en la compañía se realizaba la fiesta de fin de año con la presencia de los representantes de los bancos, lo que justificaba el derroche, el dispendio y cualquier exceso. Para entonces, con algunos días de anticipación todos en la compañía ya habíamos recibido la gratificación, la canasta y el pavo reglamentario, las navidades eran sobre todo una fiesta de familiar y no se estilaba salir de juerga (evento propio del Año Nuevo), por lo que el día 24 en la compañía era para celebrarlo con todo para llegar a casa sólo a comer y descansar. Pero si algo caracterizaba a dichas fiestas en la compañía era la docena de máquinas choperas instaladas en las paredes del patio principal desde muy temprano.

Pasado el mediodía, cuando la fiesta ya empezaba a romper, la orquesta traída para la ocasión ya había tocado “Caballo viejo”, “Disco Samba”, “Coco Loco” y empezaba a despacharse con “El menú” del Gran Combo, mientras yo daba cuenta de todo cuanto había en el bufet, el Gerente Técnico me llamó a un lado del patio:

- Elmo, estamos con todo el personal técnico afuera y acaban de reportar que el cajero de la oficina principal del banco X esta fuera de servicio. ¿Crees que puedas ir a verlo?
- ¿En este momento?
- Si, es importante, tenemos un tiempo de respuesta que cumplir.
- Ya.
- La unidad móvil te esta esperando y se va a quedar contigo hasta que termines…

Y no escuche más. Subí a mi oficina, recogí mi maletín, salí a bordo de la unidad móvil haciendo coraje, con la idea de terminar e irme a casa.

Al llegar al lugar de la emergencia, le indique al chofer que no me esperara y que regresara a base (ese era el nombre clave de la compañía), quedándonos solos el cajero, mi coraje y yo.

Dejándome llevar por mi coraje y desobedeciendo el procedimiento para tales fines, abrí el cuarto de máquinas, y, desconecte todo el sistema sin colocar un aviso que indicara que el cajero estaba en mantenimiento y sin percatarme que usted había introducido su tarjeta de débito.

Recuerdo que al salir del cuarto de máquinas para verificar la operatividad del cajero, usted al reconocerme como encargado del mismo me cogió del brazo suavemente y su dulce rostro se llenó de alegría mientras decía “gracias a Dios, usted esta aquí”; usted me indicó, me rogó y me suplicó por su tarjeta tragada por el cajero; me contó que se le había hecho un poco tarde, que no había alcanzado a una oficina abierta y que por eso acudía al cajero; que no tenía nada comprado para la cena navideña ni los regalos porque le habían hecho el depósito ayer nomás; que había venido desde Lince al centro de Lima porque los otros cajeros que había visitado estaban vacíos y que confiaba que “aquí debe haber plata por tratarse de la oficina principal”; me desarmó cuando al borde del llanto me confesó “y ahora que le voy a decir a mi marido”; yo sólo atiné a decir “lo siento”.

No pude explicarle que yo sólo me encargaba de la operatividad y que del efectivo se encargaba una compañía de seguridad, no pude confesarle que había ignorado el procedimiento al manipular el cajero, no la abrumaría con el trámite para recuperar su tarjeta que duraba de 5 a 7 días, paré un taxi y partí mientras usted aún seguía parada frente al cajero.

Regrese a la compañía a calmar mis culpas, le informé al Gerente que todo estaba OK (era lo que le gustaba escuchar y es de quien aprendí a pronunciarlo como “oka” y no como “okey” como lo hace la mayoría), comí, tome y baile todo lo que pude; pero como podrá ver dicho suceso no le he olvidado.

A pesar de los 20 años transcurridos, creo que la presente aclaración es necesaria y deseo que todas sus Navidades sean mejores que las mías.

¡FELIZ NAVIDAD!

P.D. ¡Feliz Navidad para todos!

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El colmo

Luis Casteñeda Lossio, alcalde metropolitano y con enfermizas aspiraciones presidenciales no sólo nos ha fregado la vida a todos con el infernal tráfico, las desesperantes congestiones venhiculares y la inseguridad ciudadana, sino que ahora ha terminado de matar la ilusión de los niños.

A ver amigo blogleyente, que respuestas se le ocurre para las siguientes interrogantes de un niño de 5 años que aún creía en Papa Noél:

¿Porque tenemos que pagar para visitar a Papá Noél?
¿Porque tenemos que traer regalos a Papa Noél, no es él quien los trae?
¿Papa Noel sólo trae juguetes para los niños que no son pobres? (ante al argumento de que los juguetes traídos son para los niños pobres)

Yo no tengo respuestas.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El problema (*)

El problema no es que Chile nos espíe
y se dé cuenta de nuestras debilidades,
el problema es que no tenemos fortalezas.

De los dos últimos Ministros de Defensa,
sabemos que uno tiene el coraje, el valor
y el arrojo de declararle la guerra a una vedette;
y el otro no ha agarrado ni una pistola de juguete.

(*) Título tomado prestado de una canción de Arjona.