A inicios de los 80's, empezaba mi preparación preuniversitaria y una de las primeras academias a la que asistí se encontraba en la avenida España, a pocos metros de la Casa Matusita ubicada muy cerca a la embajada de los Estados Unidos.
Un día, luego del descanso reglamentario a mitad de clase, Fulano y Zutano regresaron al aula apurados cuando la clase de aritmética ya había iniciado. Al cabo de unos minutos, tocaron la puerta y todos los alumnos del aula pudimos divisar a dos tipos altos, blancos y en traje negro, intercambiaron algunas palabras con el profesor y éste ingresó al aula e invitó a Fulano y Zutano a salir del aula, el profesor ingresó al aula y prosiguió con la clase; Fulano y Zutano regresaron casi una hora después, cuando uno de nosotros les preguntó "¿Que pasó?", ellos respondieron "Nada".
En los días sucesivos Fulano y Zutano evitaron hablar del tema y si alguno les preguntaba siempre repetían que no pasó nada. Así transcurrieron los primeros meses en la academia.
Con el pasar del tiempo, después de varios meses de compartir aula y pinballs (la fiebre por las máquinas de juegos se había desatado en Lima), Fulano y Zutano soltaron prenda, contaron que aquél día estuvieron en la azotea del edificio de la academia, luego de subir por el desocupado tercer piso, mirando el patio de la embajada de los Estados Unidos y que mientras ellos contemplaban distraídamente, dos tipos de la embajada los miraban fijamente.
Aquellos dos tipos eran los mismos que llegaron al aula y solicitaron su salida al profesor, les tomaron sus datos: sus nombres, sus direcciones, los nombres de sus padres y a que se dedicaban, y les pidieron que no contaran nada de lo ocurrido.
Una especie de ley no escrita se estableció entre nosotros, no debíamos subir más allá del tercer piso del edificio de la academia.