
No era la más bonita de su grupo,
pero era la más alegre,
la de los gritos destemplados,
la de la sonrisa abierta,
la del empujón desprevenido a sus compañeras,
tenía toda la frescura de sus 17 años
y siempre vestía de tentación.
Era fuerte y decidida,
hasta parecía despreocupada
por la forma en que enfrentaba las cosas.
Siempre sacaba buenas notas
que no le bastaban para el primer puesto,
ocupado por el nerd de la clase.
Era la lideresa de su grupo,
siempre buscaba que participar,
ella quería ser ingeniero.
Entre sus compañeros
habían varios que se interesaban por ella,
sobre todo el mismo nerd que jamás
cruzó palabra alguna con ella,
pero siempre preguntaba por sus notas.
La última vez que vino
fue el Viernes de la semana pasada
y no era la misma,
se dejaba empujar por sus amigas
como antes sólo lo hacia ella.
Bajó los 6 pisos del edificio
acompañada de sus inseparables amigas,
en el paradero del bus despidió a sus amigas
y se quedó sola, ella que jamás anduvo sola.
Entre bromas una de sus compañeras,
a la sazón la más ladilla,
contó que la vio anotando el teléfono de un cartel
pegado en un poste que rezaba “
Atrazo”.