lunes, 21 de septiembre de 2009

El Profesor Gonzáles


La semana que pasó, al regresar al barrio de mi niñez con el propósito de visitar a Mamuska, me crucé con el Profesor Gonzáles, mi profesor de primaria, a quien saludé con una mezcla de admiración, respeto y supongo que con algo de miedo porque no me atrevía darle la mano, en ese momento presentí que esa sería una actitud muy confianzuda de mi parte.

El Profesor Gonzáles, hoy ya jubilado, es toda una leyenda en mi barrio, a quien todos los que estamos en base 3 hacia arriba (incluya en este grupos a todos los padres de familia agradecidos por haber hecho de sus hijos hombres de bien) lo saludamos con mucho respeto, pues no sólo nos enseño las primeras letras sino también lo duro que es la vida de los hombres y nos acostumbró a los golpes de la vida en el colegio de varones del barrio, también conocido como Escuela de Hombres de donde terminabas el colegio y salías hombre o te salías del colegio porque el título te quedaba grande.

Creo que todos los que hemos pasado por sus enseñanzas hemos conocido de sus exigencias, su correa y sus zapatos. El Profesor Gonzáles era muy exigente en lo académico y muy drástico con las sanciones, pero nunca mezclaba un problema académico con uno de conducta.

Los problemas académicos eran resueltos por la misma vía, si uno fallaba en hacer una tarea o resolver un problema de matemáticas, invariablemente el castigo era hacer repetir la tarea 100 veces (después de escribir una misma tarea 100 veces y gastar un cuaderno Loro enterito era imposible que la olvidaras) o resolver 100 problemas similares al problema fallido lo que te convertía en experto en ese tipos de problemas, sea éste de mínimo-común múltiplo, máximo-común-divisor o aplicaciones de las propiedades transitivas y asociativas de la aritmética (lo recuerdo porque yo también fui castigado algunas veces).

Pero si dejabas de hacer el castigo, eso derivaba ya en un problema de conducta (una cosa es ser bruto lo cual es perdonable, otra distinta es ser desobediente lo que es imperdonable) y para los temas de conducta el profesor Gonzáles tenía un método que merece patente por lo ejemplar y aleccionador: El Método de la Palmera.

Por supuesto que el profesor Gonzáles no abusaba del Método de la Palmera porque la cotidianeidad le restaría efectividad y capacidad sancionadora. Si por ejemplo, alguien hacía bulla en el salón, el interfecto era invitado a pasar al frente junto con el brigadier del aula quien tenía la misión de aplicarle un patada en el poto* con el rigor del caso a menos que quisiera una demostración por parte del mismo Profesor Gonzáles de cómo patea un hombre a la voz de “¿con qué no sabes patear?, ASÍ SE PATEA” mientras enterraba su zapato 44 en el trasero del benevolente brigadier.

El Método de la Palmera hacía uso de una palmera (de donde deriva el nombre del método) que existía en el centreo del patio que en horas de recreo servía para la diversión en sus colgantes ramas, pero en horas de clase servía también para fines pedagógicos. Todos los incursos en problemas de conducta eran sacados del aula y llevados a la palmera frente a la cual formaban en fila, luego cada uno de los merecedores de una sanción debía coger sendas ramas de la palmera y sujetarlas con fuerza con las manos para luego esperar la tanda de 5 correazos propinados por el brigadier del aula (cuyo trabajo si que era duro y poco popular) o por un voluntario (uno de esos que a veces quería cobrar venganza por temas extracurriculares, por ejemplo, un planchazo** en un partido de fútbol) pero sin trampas o transacciones pocos claras (eso de que me pegas despacio y luego yo te pego despacio, es propio de políticos no de hombres) a menos que quisieran una demostración de cómo se dan los correazos por cortesía del mismo Profesor Gonzáles.

La práctica adquirida por los alumnos del Profesor Gonzáles era tal que, sabíamos que para atenuar el dolor había que hacer puño con el poto y arquear el cuerpo como si fuéramos atraídos por la palmera; pero también si había oportunidad había que hacer que el brigadier intercambiara su delgada correa por la gruesa correa del gordo Perea, porque correa gruesa duele menos.

Por supuesto que siempre hay una oveja descarriada y a veces ocurría que alguno de los alumnos del Profesor Gonzáles se quejaba ante sus padres del eficaz método y sus dichos padres decidían venir al colegio para constatar los hechos, a lo que el Profesor Gonzáles los recibía y los invitaba a pasar al aula y a todos nosotros, teniendo al frente al Profesor Gonzáles y a los padres del dueño del poto afectado, nos interrogaba:

Profesor Gonzáles: Alumnos saluden a los padres del Alumno X (ya con eso sabíamos de que se trataba y el amedrentamiento estaba consumado) .
Alumnos: ¡Buenos días Señor y Señora X!Profesor Gonzáles: Los padres del Alumno X están aquí porque dicen que yo los castigo a correazos en la palmera, ¿Alguna vez he castigado a alguno de ustedes?
Alumnos: ¡NOOOOOOOO!Profesor Gonzáles: Pueden sentarse alumnos (creo que era su forma de agradecer tal lealtad, pero por otro lado, ser echador*** es lo peor que se puede ser entre los alumnos del Profesor Gonzáles) .
Una vez terminado el acto protocolar, el Profesor Gonzáles salía con los padres de familia del aula para seguir la conversación, cuyo tenor era y es un misterio, pero si de algo estábamos seguros es que el Alumno X no llegaba al próximo año.

Y vaya si era y es reconocido, si en ese entonces las madres de familia rogaban "por favor, me lo pone con el Profesor Gonzáles" al Director del colegio para que sus hijos fueran sus alumnos, hoy en día entre los de mi barrio decir “a mi me enseñó el Profesor Gonzáles” te coloca en otro nivel.




* Poto: Trasero, parte donde la espalda cambia de nombre.
** Planchazo: Cabe artero en un partido de fútbol.

*** Echador: El que acusa, traidor, soplón.

viernes, 11 de septiembre de 2009

¿Machista yo?

Ayer hubo un cumpleaños en la oficina y como es costumbre al cumpleañero se le agasaja con un almuerzo, que no es lo mismo que un menú, el menú lo comes en la cafetería de la compañía, en el chifa cucarachero cercano (a propósito, ¿alguien sabe porque los chifas no dan refresco en el menú?) o en el Kentucky del frente; un almuerzo es sinónimo de un pollo a la plancha en Las Canastas (El Pardo's ha desmejorado últimamente), un arroz con mariscos en el Punto Azul o un ceviche en La Rosa Toro.

Mientras esperabamos al grupo para salir le explicaba a Mel, la Asistente de la Señorita Su (mi jefa en la oficina para mayores detalles y de quien ya hable aquí), la conveniencia de saber cocinar.

Una vez instalados en la mesa y mientras esperamos nuestra orden, Mel abrió la conversación con una acusación tan falsa como grave:

Mel: Señorita Su, Elmo dice que los hombres son para la oficina y las mujeres para la cocina.
Señorita Su: No lo creo (no por algo la jefa que me conoce desde que era soltero), ¿Elmo, en verdad lo has dicho?
Elmo: (con bastante formalidad) Señorita Su, usted me conoce y sabe que soy incapaz de decir tal cosa.
Señorita Su: Es lo que yo creo...
Mel: Si pero, Elmo es bien machista (lo dijo tratando de desacreditarme y no perder).
Señorita Su: Ah bueno, eso si, nadie lo pondría en duda.

Por eso recurro a usted amig@ lector(a) y espero que me responda sinceramente, ¿Usted me calificaría como machista?